¿Cómo distinguir el amor de la dependencia emocional?
A veces, el amor romántico nos confunde e impide ver la realidad de lo que está pasando. Y es que, como dice Brigitte Vasallo, el amor romántico mola mucho durante un rato, pero tal y como ocurre con las drogas, es importante controlar la dosis para que no se nos vuelva en contra. ¿En qué momento el enamoramiento se torna en un vínculo abusivo para una de las partes?
¿Qué es la dependencia emocional?
La dependencia emocional consiste en un patrón de creencias, emociones y conductas caracterizado por la experiencia subjetiva de una intensa y siempre insatisfecha necesidad de afecto, junto a una exagerada y persistente demanda de atención y valoración, dirigida a un otro significativo, que usualmente es la pareja del dependiente emocional (Castelló-Blasco, 2005; Sánchez-García, 2010; Lemos-Hoyos, 2007).
El dependiente emocional se caracteriza por un marcado déficit en la autoestima, un pobre autoconcepto y desvalorización; la creencia de no valer lo suficiente, de que el otro significativo es mejor y más confiable, por lo cual tiende a idealizarlo y a buscar en él/ella valía, apoyo y seguridad; intensa ansiedad de separación y miedo a estar solo; y sumisión patológica —que llega al extremo de aceptar desprecio, humillación y maltrato para evitar ser abandonado—.
Características de la dependencia emocional
Prioridad de la pareja sobre cualquier otra cosa
El dependiente emocional pone a su relación por encima de todo, incluyéndose a sí mismo, a su trabajo o a sus hijos e hijas en muchos casos. No tiene que haber nada que se interponga entre el individuo y su pareja, que dificulte el contacto deseado con ella. Por ejemplo, una persona va dejando poco a poco sus aficiones para estar más tiempo con su compañero, hasta que prácticamente se convierte en su sombra.
Deseo de acceso constante
La persona dependiente desea estar el máximo tiempo disponible con la otra persona. Cuando esto no se consigue, lo compensa con otros medios de comunicación con los que hay también contacto, como el teléfono móvil. El contacto puede ser muy frecuente y excesivo, hasta el punto de que llame la atención al entorno o de que ocasione algún problema en el trabajo. Cuando la pareja reclama espacio y recrimina este tipo de comportamientos: “no me llames tanto”, “necesito mi espacio”, “no me agobies”, “no creo que me dé tiempo a verte en toda la semana”, “quiero hacer esto solo”, etc. , al dependiente no le queda otra que aceptar estas condiciones porque, de lo contrario, se puede producir lo que más teme: el rechazo e incluso la ruptura.
Tendencia a la exclusividad en las relaciones
La persona dependiente no sólo quiere que la relación sea monógama, sino que busca que su pareja sea, literalmente, sólo para ella. Todo lo demás molesta, desde amigos hasta compañeros de trabajo, pasando por los y las hijas. De igual forma que sucede con la voracidad afectiva, la exclusividad es un aspecto que no se da en todos los dependientes emocionales con la misma fuerza; incluso en algunos no se produce más allá de lo habitual en otras relaciones que son “sanas”.
Idealización del compañero
Con el tiempo, la pareja del dependiente se convierte para éste en alguien sobrevalorado, eso si no lo ha sido desde el principio por tener un perfil determinado de endiosamiento o de lejanía hacia los demás. Será muy difícil que un dependiente emocional se enamore de alguien al que no admire o perciba como alguien superior a sí mismo, como una sensación subjetiva que no siempre se traduce en hechos objetivos. Además de la sobrevaloración general de la pareja, la persona dependiente tiende a distorsionar los méritos y capacidades de su pareja. Por ejemplo, si es artista o empresario, será de los mejores en su trabajo; si es más o menos atractivo, será el más guapo; si es prepotente en su forma de hablar, será muy inteligente; etc.
Uno de los elementos que más influyen en esta idealización es la manera en que trata esta persona al dependiente emocional. El desprecio, el escaso interés o la prepotencia tienden a interpretarse como signos de poder, fuerza o elevación. Realmente, no son aspectos concretos de otro individuo los que lo convierten en idealizable, sino su perfil general y, especialmente, el trato de dicho individuo hacia el dependiente emocional.
Sumisión hacia la pareja
La consecuencia lógica de ser muy voraz afectivamente, de priorizar a la relación sobre cualquier otra cosa o de idealizar a la pareja, es que el trato hacia ella va a ser de subordinación, es decir, “de abajo a arriba”, como si alguien muy bajito se dirigiera a un gigante al cual necesita. Da la sensación en ocasiones de que los dependientes se comportan con sus parejas como sacerdotes que realizan ofrendas a algún dios al que le permiten absolutamente todo, al que le justifican todos sus actos y al que, a pesar de los pesares, le intentan satisfacer con lo que pida. Situaciones de sumisión pueden ser las de aceptar todo tipo de descalificaciones por parte del otro, permitir infidelidades, hacer siempre lo que quiere la pareja, soportar las descargas de sus frustraciones –que pueden llegar incluso al plano físico- o también ser y actuar como pretende o desea el compañero.
Pánico ante el abandono o el rechazo de la pareja
El dependiente emocional idealiza tanto a su compañero y se somete tanto a él, considerando la relación de pareja como lo más importante de su vida, que le tiene verdadero terror a una ruptura. En casos graves, puede aguantar prácticamente todo con tal de que no se rompa la relación porque prefiere estar fatal dentro de ella que sin sentido de la existencia fuera. Esto produce un gran terror a los rechazos en el seno de la pareja, a los comportamientos de escasa aprobación o a los signos que se den por parte del otro que indiquen una falta de interés o una falta de cariño.
”Síndrome de abstinencia” tras la ruptura
En el síndrome de abstinencia lo que domina es el deseo de retomar la relación, las ideas continuas de contactar con la otra persona con cualquier excusa para no tener la sensación de pérdida o de desaparición definitiva. A veces, estas excusas se las da el individuo a sí mismo en forma de autoengaño, por el que uno se autoconvence de que no pasa nada por llamar a la ex pareja ya que se puede tener una simple amistad, o de que sólo se está contactando con el otro para “cantarle las cuarenta”. Todo el padecimiento descomunal de este síndrome desaparece de un plumazo con una simple llamada de la otra persona. Donde había lágrimas, ansiedad y auténtica desesperación, se pasa a la tranquilidad y a la sonrisa.
Búsqueda de parejas con un perfil determinado
El tipo de persona que suele preferir el dependiente emocional, al que llamaré “objeto” , es normalmente alguien engreído, distante afectivamente, egocéntrico, y a veces hostil, posesivo o conflictivo. También hay un perfil habitual y es el de la persona con problemas, con un fondo importante de vulnerabilidad o fragilidad emocional con el que el dependiente se identifica, produciéndose igualmente una relación desequilibrada con ella por la que se intenta cuidar y controlar a dicha persona, mientras que ella, en muchas ocasiones, se aprovecha de ese comportamiento sumiso y atiende sólo a intereses egoístas o también afectivamente enfermizos.
Amplio historial de relaciones de pareja, normalmente ininterrumpidas
Estas personas viven su vida alrededor del amor y no la conciben sin él. Sienten la necesidad de tener a alguien permanentemente a su lado. Por este motivo, nada más terminan una relación, y aunque sea en pleno síndrome de abstinencia, buscan otra persona para reemplazar a la anterior, incluso al mismo tiempo que se intenta reanudar dicha relación rota. Normalmente, el tiempo que transcurre entre una relación de pareja y otra es muy escaso, y cuando es largo puede deberse a que todavía se arrastre la que se ha roto (por ejemplo, siendo amante de la ex pareja y estando siempre pendiente de cualquier contacto por su parte) o a que se mantenga una actitud de constante flirteo por la que el dependiente no se siente realmente solo, ya que tanto por internet como por el teléfono móvil hay correos electrónicos, mensajes de texto y demás que producen sensación de inmediatez y de proximidad; esto sin contar las citas puntuales que se den con estas personas con las que existe dicho flirteo.
Baja autoestima
Una persona con baja autoestima no se protege cuando recibe ataques e incluso se los inflige ella misma, no se consuela si está sufriendo sino que aprovecha su vulnerabilidad para atacarse más duramente, se hunde ante las adversidades sin intentar resolver sus problemas, no se valora cuando hace las cosas bien sino que se busca el error o el defecto, y se pone condiciones para quererse como despuntar en el físico, tener muchos estudios, posición social, etc., ya que cualquier pretexto es bueno con tal de escatimarse el cariño.
Miedo a la soledad
Verdaderamente, no es de extrañar que si alguien tiene esos sentimientos hacia sí mismo no soporte estar solo, porque es como estar continuamente junto a alguien al que detestamos. La soledad les provoca incomodidad, malestar e incluso ansiedad, y la idea más o menos intensa de que no son importantes para nadie, de que nadie les quiere y están abandonados. Aparte del temor a esta soledad en un sentido extenso, también temen a la soledad entendida como “estar sin pareja”. No cabe duda de que aquí es un temor cercano al terror: les da auténtico pavor no tener a alguien ahí sea como pareja o como sucedáneo (una aventura, un flirteo continuado…)
Necesidad de agradar: búsqueda de la validación externa
Este rasgo no aparece en todos los dependientes, pero sí es bastante común. Ocurre cuando la persona necesita tanto de la aprobación externa que lo pasa francamente mal cuando no la tiene o cuando interpreta que ha sido rechazado. En estas situaciones, es habitual que haga “comprobaciones” de la relación como llamar por teléfono para ver si todo sigue igual con esa persona o para detectar anormalidades en el tono de voz, por ejemplo. Los dependientes que se comportan así suelen ser modélicos para los demás. No crean conflictos con sus familiares más próximos, no ponen problemas para planificar las citas con los amigos, se prestan a cualquier cambio de turno imprevisto que haya en el trabajo, no se adhieren a ningún grupo sino que intentan llevarse bien con todas las personas, etc. Son descritos por los otros como buenas personas que intentan favorecer siempre y que se desviven por ayudar. Los dependientes que necesitan agradar presentan una tendencia muy marcada a la validación externa. Esto significa que su valor no se lo dan a sí mismos, sino que lo cogen prestado del que reciben de los demás.
Fuentes:
Psyciencia
Dependencia Emocional