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Por la buena comunicación en pareja

Amar conlleva confrontar

O dicho de otra manera, «Quien bien te quiere, discutirá contigo». Sabemos que el refrán es diferente, pero nos parece que así se ajusta más a la realidad. Porque discutir no tiene por qué implicar malestar, pero sí puede ayudarnos a construir relaciones igualitarias en las que, lo que tú necesitas y deseas, sea tan importante como lo que quiere y necesita tu pareja.

La evolución ocurre a partir del conflicto. Las emociones como el enfado, la rabia, la decepción o la tristeza nos hablan. Gracias a ellas podemos darnos cuenta de que necesitamos realizar cambios para reestructurar una determinada circunstancia. Por contra, evitar sistemáticamente la confrontación nos puede conducir a un mutismo que, con el tiempo, se generalice. Es decir, que dejemos de contar a la pareja lo malo, pero también lo que valoremos como bueno.

«Lo que tú quieras, me da igual»

Podría pensarse que para comunicarse bien, solamente hace falta usar las palabras adecuadas y no elevar el tono de voz. Sin embargo, lo fundamental para comunicar, es escuchar. De manera activa, tratando de conectar con las emociones que siente el otro con respecto a aquello que nos relata.

Sin embargo, tendemos a emplear formas que van desde la pasividad hasta la agresividad. Cuando nos callamos aquello que nos ha molestado, es probable que acabemos sacándolo en el peor de los momentos y de manera violenta. Este cabreo oculto se manifiesta en una calma tensa, empleando la ironía, o evadiendo la respuesta. «Lo que tú quieras» puede encerrar un mundo de agravios no resueltos.

Reconoce tu enfado

Si la discusión tiene mala prensa, el enfado está aún más denostado. Y es que solemos confundir la emoción con la conducta. Sentirse enfadado es una vivencia humana, como cualquier otra. El problema es que, en ocasiones, actuamos con carta blanca permitiéndonos tratar mal a nuestros seres queridos desde la ira. Hay algo que debe quedar claro: Se puede estar enfadado sin gritar o sin mantenerse en silencio durante horas. Para conseguirlo, es necesario que no luchemos contra esta emoción. Reconozcamos y acojamos el enfado, la rabia, la decepción, la frustración o la tristeza.

Los cuatro jinetes de la apocalipsis

La manera en que nos hablamos, puede ser causa y consecuencia de una crisis. Existen cuatro formas de comunicación que auguran la ruptura, atendiendo a la teoría del psicólogo John Gottman.

  • Las críticas
    Siempre tendrás alguna queja de la persona con la que vives. Pero entre las quejas y las críticas hay una enorme diferencia. La queja se refiere a una acción específica en la que tu cónyuge ha fallado. Mientas que la crítica es más global, incluye palabras negativas sobre el carácter y la personalidad de tu pareja. La crítica incluye culpa y difamación.
  •  El desprecio
    El sarcasmo y el escepticismo son formas de desprecio. Lo mismo que los insultos, poner los ojos en blanco, la burla y el humor hostil. El desprecio aumenta el conflicto en vez de favorecer la reconciliación.
  • La actitud defensiva
    Con la actitud defensiva estamos culpando al otro de lo que él nos acusa. Cuando uno de los dos se defiende, el otro ni siquiera escucha lo que dice sino que se afianza en su posición.
  • La actitud evasiva
    Cuando las discusiones tienen un planteamiento violento, las críticas y el desprecio provocan una actitud defensiva, y finalmente uno de los cónyuges se distancia.

La manera en que la pareja aborda los conflictos nos aporta muchas pistas sobre lo dañada que está la relación. Si iniciamos una discusión de forma violenta, es probable que acabe sin una solución. Ocurre cuando la negatividad de uno de los dos resulta tan súbita y abrumadora para la otra persona que se siente conmocionada e indefensa frente a la agresión, hasta el punto de que haría cualquier cosa por evitar una réplica, ésta se evade como una protección para no sentirse abrumada.

Por el contrario, los intentos de desagravio mitigan la tensión emocional entre ambos, ayudando a bajar la tensión. Mantener una comunicación adecuada, hasta en los momentos de mayor confrontación, ayuda a la pareja a visualizar de forma más clara sus dificultades y por tanto, la resolución de las mismas. Para ello hay que centrarse en las conductas concretas que nos molestan, calificar éstas (y no a nuestra pareja), hablar desde los sentimientos propios y mantener una escucha activa de lo que nos tenga que decir al respecto. Todo ello no nos garantiza que nuestra relación de pareja dure «para siempre» (nada lo hace). Eso sí, si llega el momento de separarse, la relación puede transformarse y pasar a la amistad o a ser, al menos, cordial y positiva.

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