¿Qué es ser infiel?
La palabra Infiel ha ido modificando su uso y significado a lo largo de los años. Con este calificativo se acusaba y perseguía a judíos, protestantes y musulmanes en España. Los infieles eran los contrarios a la fe hegemónica de la Iglesia Católica.
Este uso originalmente restrictivo de la palabra infiel se extendió hasta el actual para referirse a las infidelidades en las relaciones entre las personas; asociando la fidelidad no solamente a la fe sino también a la confianza.
En nuestra cultura, es habitual que quienes mantienen relaciones esporádicas o continuadas fuera de la pareja, conserven dicha parcela en un segundo plano velado. Sin embargo, los expertos nos explican que tanto hombres como mujeres tenemos una fuerte tendencia a tener múltiples parejas. Dichas teorías sitúan la monogamia en el plano social, donde ha sido creada.
Entonces, ¿por qué existe la monogamia?
La respuesta seguramente nos conduzca a razones antropológicas, culturales, religiosas, emocionales o sexológicas, entre otras. Quizá la más importante sea la necesidad de estabilidad, de sentirnos seguros. Según descubrió la antropóloga Helen Fisher a través de estudios biológicos con pruebas de ADN, algunas de las pocas especies que practicamos la monogamia, en realidad sólo lo hacemos en el ámbito social pues a nivel erótico existe un porcentaje elevado de encuentros íntimos fuera de la relación de pareja.
Los sentimientos de fracaso o culpa son fundamentales cuando hablamos de infidelidad, ya que es otro factor que propicia el silencio. Y es que, la sociedad que creó un ciudadano ideal que tuviera un trabajo, formara una familia numerosa y tuviera unos buenos modales, construyó toda una industria e infraestructura para sostenerlo. De modo que, salirse de dicho marco cultural, puede provocar lo que en psicología se denomina Disonancia Cognitiva. Cuando el yo real, no encaja en el yo ideal.
Exclusividad VS. Inclusividad Erótica
En Sexología hay una tendencia a sustituir la palabra fidelidad por otras como exclusividad erótica o lealtad. Se trata de desligar las relaciones extra-diádicas de las connotaciones religiosas y morales que se les han asociado a lo largo del tiempo. Lo que ayuda a que emociones como la culpa vayan, poco a poco, separándose también de la inclusividad sexual.
El establecimiento de la pareja requiere ineludiblemente de una relación contractual. De forma implícita o explícita, el contrato establece una serie de normas por las que se regula la relación. En el caso del matrimonio sacramental, éstas refieren la fidelidad, entendida entre otras cuestiones como la exclusividad sexual y compromiso eterno.
Las parejas que firman un contrato civil, o un contrato público (se presentan como pareja ante su entorno social), habitualmente no explicitan las cláusulas de su acuerdo. Lo que suele conllevar que, de facto, se regulen por la exclusividad erótica tal y como establece la norma social imperante. Es decir que, el hecho de no firmar un contrato no exime que ciertas normas estén marcando la forma en que la pareja se vincula.
Las y los profesionales de la sexología proponemos el establecimiento de un contrato propio elaborado por cada pareja, en el que se regulen diversas áreas de la vida marital, incluyendo las referentes al capítulo de la erótica. Dicho contrato es revisable en cualquier momento, a petición de cada uno de los firmantes. De hecho, cuanto más explícito y fiel a la realidad de la pareja sea, más re-elaborable y corregible será, de forma continua.
La existencia de este acuerdo promueve que no existan traición, culpa o desconfianza, celos o miedo, entre otras cosas. Elementos que, cuando hablamos de infidelidad, suelen pesar más que el hecho carnal. Cerca del 60% de las personas se confiesan infieles, por eso, parece importante revisar este concepto, sus connotaciones y consecuencias, de cara a crecer afectivamente y vincularnos amorosamente con lazos fortalecidos.