¿Por qué es infiel la gente felizmente emparejada?

¿Por qué engañamos? Cuando decimos «infidelidad» ¿qué queremos decir exactamente? ¿Es tener conexión con otra persona?; ¿Es una historia de amor?. ¿Es un chat subido de tono?. ¿Es un masaje con final feliz?. ¿Por qué pensamos que los hombres engañan por aburrimiento y miedo a la intimidad, pero las mujeres engañan por soledad y ansias de intimidad?. ¿Es algo que se da siempre al final de una relación? 

Estas y otras preguntas llevaron a Esther Perel a investigar las razones por las que, así como la vida en pareja y el matrimonio han ocurrido desde hace siglos a lo largo y ancho del mundo, también se repite en todas las épocas y lugares el denominado adulterio. En este artículo recogemos algunas de las reflexiones y conclusiones de esta psicoterapeuta, autora del libro «The State of Affairs: Rethinking Infidelity» y de Joserra Landarroitajauregi (en adelante Landa), pedagogo, psicólogo y sexólogo.

¿Qué constituye un acto infiel?

Landa afirma que los cambios en las costumbres, las transformaciones morales y las novedades tecnológicas han producido cambios en la definición y la gestión de la exclusividad erótica: «Usos que otrora fueron infidelidad (roces, cercanías, acompañamientos, confidencias…) pueden no vivirse como tales (o sí). Así mismo, emergen nuevas formas virtuales en las cuales no hay contacto epidérmico alguno.»

¿Qué nos atrae de la infidelidad? 

Es habitual que resumamos la infidelidad como un acto de traición, sin embargo suele ser mucho más que eso. Esther Perel cree que las aventuras tienen que ver menos con el sexo y más con el deseo: deseo de atención, deseo de sentirse especial, deseo de sentirse importante.  Puede haber una expresión de añoranza y pérdida: «en el meollo de una aventura, siempre encontrarán un anhelo y un deseo vivo de conexión emocional, de novedad, de libertad, de autonomía, de intensidad sexual, un deseo de recuperar partes perdidas de nosotros mismos o un intento por recuperar vitalidad de cara a una pérdida y una tragedia reciente».

De la infidelidad nos atrae su propia condición de imposible. La prohibición constituye en sí misma una máquina de deseo. Pasión, deseo, secretismo, aventura, ambigüedad, ¿es una relación estable capaz de ofrecer estas cosas? ¿y si la pasión tiene una vida útil finita? Si incluso las personas felices engañan, ¿de qué se trata? «La gran mayoría de la gente que ha tenido una affair se encuentra en conflicto entre sus valores y su comportamiento. A menudo son personas que han sido fieles desde hace décadas, pero un día cruzan la línea que nunca pensaron cruzar. ¿Por qué lo hacen?»

Una clave está en nuestra idea de las relaciones, del amor y la fidelidad, que ha ido evolucionando a lo largo de los tiempos. Esther Perel afirma que cuando el matrimonio era una empresa monetaria, la infidelidad amenazaba nuestra seguridad económica. Pero ahora que es un acuerdo romántico, la infidelidad amenaza nuestra seguridad emocional «Irónicamente, solíamos recurrir al adulterio; ese era el espacio donde buscábamos el amor puro. Pero ahora al buscar el amor en el matrimonio, el adulterio lo destruye.» 

Landa también hace referencia a ello y explica lo siguiente: «Con el correr de los tiempos, el adulterio pasó de ser pecado a ser delito (ya lo fue en Roma; sobre todo, desde Augusto). Por otro lado, el matrimonio dejó de ser potestativo para ser prescripción —civil y religiosa— que obligaba a quienes pretendiesen tener encuentros eróticos e hijos legítimos. La exclusividad erótica se tornó en un mandato obligado, universal y públicamente fiscalizable. Por supuesto no era un acuerdo o un convenio (ni siquiera, una obligación) entre los cónyuges; se trataba de una convención y un precepto de los cónyuges para con la comunidad de la cual formaban parte.»

¿Una infidelidad debe conducir siempre a la ruptura de la relación?

«A pesar de que la exclusividad erótica se ha tornado en «prescripción universal», los encuentros amorosos extradiádicos son mucho más frecuentes de lo que puede imaginarse y con frecuencia son causa de crisis o incluso ruptura de relaciones amorosas constituidas. Sin embargo, muchas relaciones sobreviven (incluso crecen y se enriquecen) después de una experiencia de este tipo. Aunque es frecuente que, de aquellas dolorosas heridas, queden profundas cicatrices. De hecho, la infidelidad no produce «dolor propio» (en su caso, culpa), pero sí suele producir intenso «dolor ajeno». Ahora si, sólo produce daño la infidelidad «sabida» y la infidelidad «temida». Por lo que, debería evitarse todo aquello que propicie tal dolor (así: confesiones, desvelamientos, denuncias, sincericidios,…)» explica Joserra.

Quizá debamos asumir que el amor romántico y la monogamia sólo nos ofrecen una falsa sensación de seguridad y que, el deseo erótico nada tiene que ver con ello. Terminamos con la conclusión de Esther Perel: «Las aventuras están aquí para quedarse, y no se irán. Y los dilemas del amor y el deseo, no tienen respuestas simples de blanco y negro, bueno y malo, y víctima y agresor. La traición en una relación viene en muchas formas. Hay muchas maneras de traicionar a nuestra pareja: con desprecio, con negligencia, con indiferencia, con violencia. La traición sexual es solo una manera de hacer daño a una pareja. En otras palabras, la víctima de una aventura no siempre es la víctima de la pareja o del matrimonio.»

Si quieres profundizar en este tema, te invitamos a escuchar nuestra charla con Elixabete Legarda en Radio Euskadi, dentro del magazín nocturno «Vivir Para Ver»

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